Takhi, protagonista y guía de esta expedición, es un magdaleniense recolector–cazador nacido hace 13.253 años en la cueva de la Moratina, cerca de Oviedo, pintó a los 53 años el tarpán –obra que la hizo inmortal a esa edad– de la cueva de Candamo, en la ribera del río Nalón, Asturias. Durante todo este tiempo ha vivido la vida nómada de los españoles recolectores–cazadores, confundidos con los mercheros, etnia nómada derivada de los magdalenienses que a su vez la mayoría de neolíticos confunden con los gitanos.
Los españoles Braña I y Braña II
Íñigo Olalde, investigador del Instituto de Biología Evolutiva. CSIC-Universitat Pompeu Fabra, Barcelona y Carles Lalueza-Fox. Investigador del Instituto de Biología Evolutiva. CSIC- Universitat Pompeu Fabra, Barcelona, publicaron en el Núm. 82 de la revista de la Universitat de València “MÈTODE” https://metode.cat/wp-content/uploads/2014/07/82ES_europeos_cazadores_recolectores.pdf, un artículo en el que describen su investigación de un individuo muy parecido a nuestro expedicionario, el nómada magdaleniense Takhi, y del que hemos extraído las siguientes citas:
“En octubre de 2006, unos espeleólogos entraron a explorar una pequeña cavidad situada en la cordillera cantábrica a unos 1.500 metros de altura, cerca de los municipios leoneses de La Braña–Arintero. Tras adentrarse una treintena de metros por un pasillo estrecho y superar un pozo vertical, encontraron un esqueleto prácticamente completo en posición fetal en un rellano. A pocos metros, al fondo de un pozo, había otro esqueleto. Ambos eran de hombres adultos. La difusión de la noticia en los medios locales llevó a la Junta de Castilla y León a organizar la complicada extracción de los dos esqueletos, que fueron etiquetados como La Braña 1 y 2. Esta operación fue dirigida por el arqueólogo Julio Manuel Vidal Encinas”.
“Un detalle llamó su atención: una estalagmita que había crecido sobre algunos de los huesos indicaba que podían ser bastante antiguos. Cuando se retiraron los restos del segundo individuo, encontraron numerosos caninos atróficos de ciervo perforados. Este tipo de dientes son una ornamentación típica de los cazadores mesolíticos, que los llevaban cosidos a la ropa. La posterior datación por carbono 14, que dio fechas próximas a los 7.000 años, confirmó esta atribución”.
“Disponíamos ya de una docena de secuencias mesolíticas del centro y el norte de Europa que mostraban una notable uniformidad genética: todas pertenecían a los linajes mitocondriales U4 o U5. Entre estas últimas, la mayoría tenían la misma secuencia. Eso indicaba que, con gran probabilidad, los mesolíticos europeos eran muy uniformes desde un punto de vista genético. Esta idea concuerda con el hecho de que estos estaban constituidos por poblaciones muy móviles a lo largo de una gran área geográfica.
En 2013 empezamos a probar diferentes muestras del individuo de La Braña 1 con la intención de secuenciarlo completamente y conseguimos localizar una librería genómica, generada a partir de las raíces dentarias del tercer molar superior derecho, que tenía un contenido de ADN próximo al 50%”.
“La comparación del genoma de La Braña 1 con datos genómicos parciales de individuos neolíticos y de europeos actuales nos permitió confirmar que los cazadores que poblaban Europa antes de la llegada del Neolítico no mostraban afinidades genéticas con los agricultores neolíticos. El individuo de León se agrupaba, curiosamente, con poblaciones actuales de Escandinavia, como los suecos y los finlandeses. Eso sería la consecuencia de un proceso de expansión neolítica que reemplazó a las poblaciones locales en el sur de Europa, allí donde el clima era más favorable a la agricultura, pero que las asimiló en parte al llegar a latitudes más frías. En Escandinavia, agricultores y cazadores convivieron durante varios milenios, lo que dio lugar a cruces entre ellos”.
“Una posibilidad alternativa pero menos probable es que los patógenos del Neolítico entrasen a Europa antes que los propios agricultores, y que hubiesen diezmado también las poblaciones de cazadores, que eran mucho menores. Un fenómeno semejante tuvo lugar en América, donde hubo comunidades amerindias que fueron diezmadas por la viruela y otras enfermedades llevadas por los europeos aun sin haber visto ninguno”.
“Este individuo mesolítico continuaba presentando las variantes africanas en algunos genes como MC1R, TYR y KITLG. Con toda probabilidad, y en contra de lo que se creía hasta el momento, la pigmentación clara aún no existía o no se había generalizado en el Mesolítico. Pero las sorpresas no se habían acabado: descubrimos también que La Braña tenía las variantes genéticas en los genes HERC2/OCA2, que en los humanos actuales son los responsables de los ojos azules. Es decir, nuestro individuo tenía la piel morena y los ojos claros en un contexto genómico que por otra parte era inequívocamente europeo (en rigor, más próximo a los escandinavos que a cualquier otra población actual)”.